Dios en el Centro: Una Aventura de Lucha contra el Racismo
(Parte 1) (For English Version, Scroll Down)
Acabo de regresar de un fin de semana increíble en la ciudad de Nueva York. Fue una aventura contra el racismo, en el que dieciocho personas, de tres iglesias diferentes, participaron en una aventura junta en la ciudad de Nueva York: la Iglesia Luterana Gloria Dei (Providence, RI ); la Iglesia Esperanza Luterana (Hartford, CT) ; y la Primera Iglesia Luterana (East Greenwich, Rhode Island). Dos de estas iglesias – Gloria Dei y la Primera Iglesia Luterana – entró en una alianza hace un año y medio, para trabajar juntos en una asociación de ministerio. Gloria Dei es una iglesia urbana, con un ministerio multicultural, que cuenta con dos servicios de adoración cada fin de semana – una en inglés y otra en español. La Primera Iglesia Luterana es predominantemente blanca, aunque la comunidad es multiétnica, con tres servicios de adoración cada fin de semana, todo en inglés. la Iglesia Esperanza es una iglesia multicultural en Hartford, que se incluyó en esta aventura porque uno de los pastores de Gloria Dei fue recientemente llamado a servir a la Iglesia Esperanza y sentían que también podría beneficiarse de esta aventura contra el racismo.
Como preparación para esta aventura, los miembros de nuestro grupo leyeron varios artículos sobre el racismo, entre ellos uno de los primeros artículos fue escrito por la nueva presidenta obispa de la ELCA (Iglesia Evangélica Luterana en América), obispa Elizabeth Eaton: “Aprender a hablar una dura verdad: La Aguja apenas se movió en la ELCA a convertirse en una Iglesia Diversa.” En 1988, cuando fue el nacimiento de la ELCA por la unión de las diferentes ramas de los luteranos, el nuevo ELCA se comprometió a convertirse en una iglesia que es al menos un 10% de personas de color para el 2013. En su artículo, la obispa Eaton confesó que eso no ha sucedido. De hecho, la aguja apenas se ha movido. Hemos pasado de ser una iglesia que es el 97% de raza blanca de ser una iglesia que es 96% blanca en veinticinco AÑOS! ¿Por qué es la diversidad tan difícil?
Junto con el artículo de la obispa Eaton, el grupo leo otro artículo, “Las Tierras Fronterizas,” escrito por Anne Robette Dias y Chuck Ruehle, Co-Directores Ejecutivos del Ministerio Crossroads, en Chicago. Aunque habíamos leído varios artículos, estos dos artículos fueron la base de nuestras conversaciones juntas. El objetivo de Crossroads Ministerio es “construir y mantener equipos vitales de transformación antirracistas en nuestras instituciones” (eso incluye la ELCA, y nuestras congregaciones individuales también). En su página de internet, Crossroads diserta su lema como: “El racismo nos deshumaniza a todos – Desmontando el racismo nos cura.” El artículo comienza así: “Hay un centro en la sociedad EE.UU. que se considera normal: el hombre, blanco, heterosexual, casado, Protestante (Cristiano), que domine el inglés, de clase media alta, que sea Anglo-Americano, sano, educado, de mediana edad y que ademas incorpore una belleza estándar. Este es el estándar por el cual todos son medidos. Alrededor de este centro estamos el resto de nosotros – a diferentes distancias. Algunos de nosotros estamos más cerca, y otros más lejos… Las tierras fronterizas rodean este “centro de la normalidad”… La región fronteriza es una zona llena de sabor. Está llena de posibilidades, el caos, la creatividad, el conflicto, y hasta la belleza. Es el lugar donde la armonía y el conflicto existen al mismo tiempo. Es un lugar que trasciende y desafía el dualismo, donde no puede existir la realidad lineal rígida; un lugar donde la multiculturalidad y la diversidad de identidades se constantemente mezclan y se mezclan en un ir y venir de lío, mediación y mitigación.”
En este artículo se afirma que la mayoría de nuestras instituciones Americanas existen en el centro, y operan desde ese lugar. La iglesia, que significa nuestra propia ELCA, se encuentra en este centro. Incluso nuestra propia obra contra el racismo, a veces opera desde este lugar, esperando que los que no están en el centro, para que vengan y se ajusten a las formas y los valores del centro, en otras palabras, que se asimilen. Los que están en el centro nunca piensan acerca de aventurarse en las zonas fronterizas, donde podríamos ser vulnerables y confundidos, pero donde nuevas posibilidades abundan.
El propósito de nuestro viaje a la ciudad de Nueva York fue viajar a un lugar que fuera desconocido para todo nosotros, un lugar marginal, donde no hay un centro definido. Era para entrar al desordenado, sin embargo bello lugar de la creación, transformación, un nuevo nacimiento en conjunto, en condiciones de igualdad.
Yo misma crecí en la iglesia Luterana de San Pablo en el sur de Providence, Rhode Island; una iglesia luterana alemana, que se encuentra en medio de una de las comunidades más diversas que he experimentado. Como estudiante universitaria fui contratada por mi congregación a hacer alcance comunitario a los niños y jóvenes de esta comunidad multicultural.Después, como una estudiante de posgrado en la Escuela de Divinidad en Harvard (1981-1986), hice estudio educativo en la Iglesia de Nuestro Salvador Luterana en Dorchester, MA, (que ahora se llama Intersección ), que también es una comunidad muy diversa y urbana. Cuando me reuní con el hombre que en ese momento se desempeñó como jefe de la comisión de coordinación del Sínodo de Nueva Inglaterra, me preguntó qué luchas tuve con la Iglesia Luterana. Recité varias cosas, todas las cuales tenían que ver con nuestra falta de diversidad. Este hombre respondió: “Bueno, si quieres ser ordenada en esta iglesia, que, por supuesto tienes que dejar ir a esas luchas.” En otras palabras, yo tendría que aceptar los caminos del centro. Esto era tan inquietante para mí que me fui de la Iglesia Luterana en ese momento, y en 1986 fui ordenado en la Iglesia Unida de Cristo, porque en ese momento parecían, a mí, a vivir más plenamente en las tierras fronterizas. Después de servir durante cinco años como pastora UCC, la ELCA me invitó, y se disculpó por la experiencia que había tenido con el jefe del comité de coordinación. Lo que no puedo olvidar, sin embargo, es que, irónicamente, la lista de elementos que destacan nuestra falta de diversidad que yo a los 25 años de edad había identificado, son las mismas cosas con las que luchamos ahora 25 años más tarde.
¿Por qué en 25 años no miramos ningún cambio? La razón es porque la mayoría de nosotros todavía vivimos y operamos en el centro. Consideremos, por ejemplo, nuestro modelo de los “viajes misióneros.” Sé que muchos de ustedes se van a encontrar en la ofensa. Pero ha habido muchas críticas respecto a los “viajes misioneros,” donde los blancos suburbanos pasan una o dos semanas sumergidos en otra cultura. Digamos que un grupo de 25 sin capacitados, blancos suburbanos, que solo hablan Inglés, gastan $2,000 cada uno para viajar a Centroamérica para construir una estructura de mala calidad para los pobres de esa comunidad, para que puedan regresar a sus vidas en el centro, a sentirse mejor acerca de sí mismos, porque que han “ayudado a esa pobre gente.”
¿Qué tal si en vez entramos a la zona fronteriza a unos cuantos kilómetros de donde vivimos y tenemos algunas conversaciones difíciles sobre el racismo? ¿Qué tal si nos humillamos un poco y nos tropezamos luchando para aprender otros idiomas, no asumir que todos deben aprender a hablar el nuestro? ¿Qué pasa si en lugar utilizamos los $50,000 dólares que se gasta en nuestro viaje por uno de esos “viajes misioneros” y participamos en una conversación de dos vías con la gente de Centro América preguntándoles que realmente necesitan, y luego usamos esos $50,000 dólares para invertir en la infraestructura de la comunidad indígena, animando y ayudando a desarrollar el liderazgo entre los miembros de la propia comunidad, utilizando mano de obra local que es calificada, contribuyendo al desarrollo económico de la comunidad fronteriza, y ayudándolos a crear cambios que sea más duradera?
Por que es debido a que en el centro queremos hacer las cosas a nuestra manera? Nosotros queremos imponer las formas y valores del centro, por si quieren nuestra ayuda o no.
De esta aventura contra el racismo aprendí muchas cosas, pero, ante todo, me enteré de que para nosotros, como personas de Fe el punto de partida es que tenemos un “centro” diferente. Para nosotros el centro no es un hombre blanco, de lengua Inglés, heterosexual, etc. Para nosotros, el centro es: Dios, Cristo, y el Espíritu Santo. Cuando Dios está en el centro de las cosas, todo cambia. “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gálatas 3:28) En el blog de la semana que viene voy a explorar algunas realizaciones reveladores específicas sobre el racismo. Por ahora permítanme concluir diciendo que al final de nuestra aventura, se nos pidió resumir nuestra experiencia en una sola palabra. Las palabras que nombramos fueron: Familia (family), Comunidad (Community) y Esperanza (hope). Sólo con Dios en el centro son estas cosas posibles.
Pastora Linda Forsberg, Translated by Eveling Vasquez, Copyright May 27, 2014